Cerca de siete siglos contemplan las Murallas Meriníes. Desde 1328, fecha en la que se comenzó su construcción como fortificación medieval y que, durante siglos, delimitó a la ciudad de Ceuta, son testigo de la historia de la ciudad, como ha sido el paso de diversas civilizaciones, con sus idas y venidas.
Se trata del conjunto de fortificaciones meriníes mejor conservadas de España, así como uno de los emblemas del pasado de Ceuta y con la catalogación de Bien de Interés Cultural, desde 1985. Un pasado intenso que deja un presente de dudosa calidad en su mantenimiento y conservación.
Las Murallas Meriníes tienen una cara 'A' y otra 'B'. La primera, el lienzo expuesto con vistas al IES Almina en la Rampa Pedro Mata y a la calle Santiago Apóstol, con el parterre limpio y con césped recién plantado y la segunda, en la calle Lope de Vega y en la trasera del CEIP 'Valle Inclán' con hierbajos y basuras.
Pero esa cara más cuidada de las Meriníes, con césped recién plantado, presenta una opción añadida, la de darse una ducha con el sistema de aspersión que regar sí riega, pero anega la acera adyacente, obligando a cambiar de acera para no recibir un lavado no deseado.
El agua de riego corre por la calle y además, como agente activo de la erosión, de manera paulatina o brusca y dependiendo de la cobertura superficial, de la longitud y pendiente del terreno, remueve la capa superficial del suelo empobreciéndolo y hasta arruinándolo. Y en este caso, la pendiente de las Murallas en bastante importante con lo que el acerado se convierte en un barrizal.
El sistema de riego, con excesiva presión, lanza el agua a más de un metro fuera del parterre que rodea las Murallas y pasar por la zona, en la hora de riego, sobre las 11 de la mañana -hora poco efectiva para regar, porque en las horas centrales del día no es aconsejable el riego- se convierte en un deporte de riesgo con ducha incluida.
Construidas durante la dominación de Ceuta por la dinastía Merinida, formando parte de una antigua ciudadela de la que solo quedan estos 500 metros de muralla de su flanco occidental y que constituyen el monumento de arquitectura Meriní mejor conservado en España, nunca se idearon para estos menesteres. Sus constructores jamás imaginaron que se convertirían en un sistema de ducha improvisada.