De respuesta, el silencio

Hace ya un tiempo me preguntaron qué significaba para mí montar a caballo. Mi respuesta fue contundente: para mí montar a caballo lo es todo, es ese espacio en el que me encuentro conmigo misma, ese momento en que el puedo sentir la grandeza y nobleza de este animal, ese instante en que me olvido de los problemas por grandes que sean. Son esos 30 o 40 minutos que se convierten en horas dándole lo mejor de mí. Y ahora, ¿por qué? ¿Por qué volvemos a ser nosotros los perjudicados?

Hace ya un tiempo me preguntaron qué significaba para mí montar a caballo. Mi respuesta fue contundente: para mí montar a caballo lo es todo, es ese espacio en el que me encuentro conmigo misma, ese momento en que el puedo sentir la grandeza y nobleza de este animal, ese instante en que me olvido de los problemas por grandes que sean. Son esos 30 o 40 minutos que se convierten en horas dándole lo mejor de mí. Y ahora, ¿por qué? ¿Por qué volvemos a ser nosotros los perjudicados? Cuando digo “nosotros” me refiero a todos los que formamos parte de esta familia, desde el director de la escuela, monitores, mozos, animales, alumnos y todas aquellos ciudadanos que deciden pasar allí sus ratos libres.

Una vez más, después de unos angustiosos meses en los que sabíamos que iba a ser como dice el refrán “Pan para hoy y hambre para mañana”, siempre nos quedaba la esperanza de que el Ejecutivo, de una vez por todas, iba a poner solución y hacer la cosas como deben hacerse. Pero, ¡qué ilusos somos! Señores, ¿no se dan cuenta del daño que están haciendo? Parece ser que en esta ciudad si se va por las buenas no se consigue nada. Por tanto, ¡hagamos lo que sea necesario para que se nos escuche!

Hablo en voz del alumnado, propietarios, usuarios y en la mía propia. No hay derecho que tengamos que pasar por esta situación sin motivo alguno. Y lo mejor de todo es que aún estamos esperando el “por qué”. Bueno sí, el por qué está muy claro, pero como es típico en esta ciudad, se encuentra en la sombra...

Por favor, no nos olvidemos de las familias que viven de esta actividad, lo que para unos es mero ocio, una afición, para otros es su trabajo. ¡Basta ya! Queremos respuestas. ¿Qué va a pasar? Estamos en la cuenta atrás para la finalización del convenio y la respuesta es el silencio. ¡Qué buena labor!

Siempre pensé que el ser humano tiene una parte ruin y frívola, pero es que esto ya ha llegado a un extremo que me supera... Pongamos todo un granito de arena y conseguiremos una montaña. No nos olvidemos que ya no es cuestión de que nos gusten o no los animales, que participemos o no en la actividad, sino que es cuestión de justicia y respeto a las personas. El hecho de cerrar la escuela no es un simple hecho material como si se cerrase otra instalación, recordemos que allí hay mucho mas... Hay unos animales especiales, sentimientos, y unos valores humanos indescriptibles.

Sin más, solo me queda decir: ¡Basta ya! ¡Queremos respuestas! ¡Queremos soluciones! ¡No al cierre del centro ecuestre!

 

 

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