Opinión

¡Bus urbano hacia la reflexión!

Opinión de Ramón Rodríguez Casaubón

Ramón Rodríguez Podemos cuadrada
photo_camera Ramón Rodríguez /Archivo

Una buena forma de tomar el pulso a la sociedad es viajar en autobús urbano. Ahí la gente corriente suele ir hablando sobre los temas que les interesa. Bien porque sean cuestiones cotidianas, bien porque desde los medios de comunicación se traslade alguna noticia, o porque se den ambas casuísticas a la vez.

Hace unos días fui a Málaga a visitar a mi madre. Vive en una zona humilde, relativamente cerca del centro de la ciudad y que linda con otro barrio próximo al extrarradio en el que la exclusión social y la marginalidad campan a sus anchas. En ambas zonas la fuerza más votada es el PP. Soy defensor de lo público y para regresar a Ceuta cojo el bus hasta Algeciras. Previamente debo desplazarme desde el sitio reseñado a la estación de bus de Málaga. Era lunes 1 de julio. Cojo el bus ecológico, línea 1, y me siento al final del mismo. En la siguiente parada se suben dos jóvenes, no mayores de veintidós años. Atuendo muy informal, aparentemente económico y desde luego no era ropa de marca. Comienzan a hablar y el más bajito y delgado le comenta al más grande y voluminoso que está echando currículums desde hace dos semanas cuando terminó su grado medio de administración y nadie le llama. El otro le pregunta que si lo estaba echando por una aplicación de móvil concreta cuyo nombre no daré por no hacer publicidad. Asiente y le indica que se va a pasar en persona por algunas empresas a entregarlo en papel y en mano. Encontrando como respuesta “que ni se le ocurra porque él lo intentó al terminar la ESO en un supermercado y le dijeron que por la Ley de Protección de Datos no podían cogerlo” Añadiendo que encontrar trabajo en Málaga es imposible, que estuvo más de un año hasta que por mediación de su padre un amigo le consiguió trabajo limpiando una carnicería, lugar donde actualmente sigue trabajando. Decide cambiar de tema y preguntar a su amigo si sabía cómo habían ido las elecciones en Francia. “¡Han ganado los nuestros. Lapain, Le Pen o cómo se llame!” contesta. El otro muy animado indica que “¡ya podríamos ser como los franceses!” Diciéndole el segundo “que aquí sería imposible porque el cabrón de Pedro Sánchez se ha encargado de controlar todas las instituciones, desde televisión española a la justicia”. “¡Menudo hijo de puta es!” le responde. Ni tan siquiera “hijo de fruta”, directamente el insulto. Así continúan los más de treinta minutos que compartimos de trayecto. Sacaron a relucir los mantras fascistas y bulos que circulan libremente por redes, televisiones, radios y prensa impresa y digital.

En ningún momento los chavales se plantearon que en Málaga gobierna el PP desde hace décadas, ni de que se están copiando los planes ayusianos de desarrollo urbanístico donde grandes tenedores y fondos buitres se están haciendo los dueños de la capital de la Costa del Sol, donde toda la ciudad se ha convertido en una franquicia y las identidades andaluzas y malagueñas están desapareciendo; ni razonaron sobre como un turismo con mucho mayor poder adquisitivo está encareciendo el día a día y un café o una cerveza te cuesta el doble que hace un par de años ¡el doble si no más!

El tema que pretendo tratar es demasiado complejo como para desarrollarlo en unas pocas letras. Dejo un esbozo y unas breves directrices para quien desee ampliarlo. 

¿Estos jóvenes representan a la mayoría de la sociedad española? Datos: caucasianos, oriundos de Málaga, nacidos por consiguiente en España, estudios medios y básicos, residencia en barrios humildes, trabajo muy precario o sin él, viven con sus padres, poco viajados y sin otros idiomas complementarios al castellano.

¿Hasta dónde las actitudes y opiniones de estos muchachos son una forma de rebelión contra el Gobierno independientemente del color del mismo por tanta desesperanza y falta de oportunidades?

Tanto Platón como Aristóteles tienen citas en las que cuestionan y critican a los jóvenes por su falta de interés, mala educación o hedonismo. No ha cambiado nada, demasiados critican a la juventud sin plantearse ¿qué es lo que de veras están señalando? ¿Si no es una proyección de sus propios vacíos?

Como dijera Soul Etspes: “La juventud es la etapa en la que la indisciplina debe estar presente para poder aprender de ella de cara a nuestra cercana madurez”.